El Refugio de Lidia
sábado, 29 de diciembre de 2012
viernes, 28 de diciembre de 2012
miércoles, 26 de diciembre de 2012
martes, 25 de diciembre de 2012
LOS GATOS TAMBIEN LLORAN- EL REFUGIO DE LIDIA
LOS GATOS
TAMBIÉN LLORAN
Estábamos todos muy impacientes. Buscábamos cualquier excusa para acercarnos
a su jaula y ver cómo se encontraba. Sabíamos que estaba apunto, que el
parto no podría tardar mucho en llegar.
a su jaula y ver cómo se encontraba. Sabíamos que estaba apunto, que el
parto no podría tardar mucho en llegar.
De nuevo me acerqué al pequeño dormitorio que le habíamos preparado. Allí
estaba ella recostada sobre una colchoneta repleta de mantas. Entre ellas se
había construido un pequeño nido sobre el que ahora reposaba. Me miró y yo
le pregunté qué tal iba todo, qué tal estaba, mientras le saludaba
acariciándole su cabeza. Resignada, estiró su cuerpo ofreciéndome su barriga
para que sobre ella deslizara mi mano y cerró los ojos.
estaba ella recostada sobre una colchoneta repleta de mantas. Entre ellas se
había construido un pequeño nido sobre el que ahora reposaba. Me miró y yo
le pregunté qué tal iba todo, qué tal estaba, mientras le saludaba
acariciándole su cabeza. Resignada, estiró su cuerpo ofreciéndome su barriga
para que sobre ella deslizara mi mano y cerró los ojos.
Mientras la acariciaba, recordé cómo había llegado al albergue, cómo la
encontraron en un garaje del centro, donde se había refugiado después de ser
abandonada. Seguramente sus dueños no querían ayudarla ante el parto que se
avecinaba y decidieron que fuera la calle quien hiciera las veces de
partera.
encontraron en un garaje del centro, donde se había refugiado después de ser
abandonada. Seguramente sus dueños no querían ayudarla ante el parto que se
avecinaba y decidieron que fuera la calle quien hiciera las veces de
partera.
Ahora estaba más relajada, parecía haber dejado atrás el nerviosismo del
principio, el desasosiego de sentirse abandonada y sola. Así que decidí
dejarla tranquila y después de arroparla me marché de nuevo. Había que
esperar. Pasaron varias horas y nada, parecía que nunca iba a llegar el
momento.
principio, el desasosiego de sentirse abandonada y sola. Así que decidí
dejarla tranquila y después de arroparla me marché de nuevo. Había que
esperar. Pasaron varias horas y nada, parecía que nunca iba a llegar el
momento.
Al final decidimos acercarnos a ver que ocurría, quizás necesitara nuestra
ayuda. Entonces cuando entramos en su jaula, en el dormitorio que le
habíamos preparado, no la encontramos. Buscamos tras las mantas, por todas
las esquinas y nada, no estaba. Había desaparecido.
De pronto, comenzamos a sentir la humedad de unas gotas de agua que caían
del cielo, podía haber sido la lluvia, pero claro, allí había un techo.
Miramos todos a la vez hacia arriba y allí estaba ella, sobre una viga
recostada, llorando. Sí, llorando. Las lágrimas corrían sobre sus ojos y se
deslizaban cayendo al vacío.
ayuda. Entonces cuando entramos en su jaula, en el dormitorio que le
habíamos preparado, no la encontramos. Buscamos tras las mantas, por todas
las esquinas y nada, no estaba. Había desaparecido.
De pronto, comenzamos a sentir la humedad de unas gotas de agua que caían
del cielo, podía haber sido la lluvia, pero claro, allí había un techo.
Miramos todos a la vez hacia arriba y allí estaba ella, sobre una viga
recostada, llorando. Sí, llorando. Las lágrimas corrían sobre sus ojos y se
deslizaban cayendo al vacío.
He visto llorar a muchos animales, pero nunca había visto hacerlo a un gato.
Los perros lloran como es su carácter, en compañía, gritando su dolor
abierto al aire…, pero aquella gata lloraba en silencio. Era como una de
esas tristezas que se te instalan en el corazón y se convierten en lágrimas
sin poder evitarlo. No, no quieres llorar, pero no puedes hacer nada para
controlarlo. Así lloraba ella.
Sí, había parido, pero sus cachorros habían nacido todos muertos. La
ansiedad, el estrés y todo lo vivido en los últimos días, había traspasado
las fronteras de su corazón y como un veneno mortal, se había instalado en
el de sus pequeños. ¡Qué verdad es eso de que a veces la pena mata!.
Como pudimos, bajamos a aquella preciosa gata del techo, que se instaló
enseguida en los brazos de Beluca y nos la llevamos con nosotros a la
recepción. Allí, envuelta en una manta, siguió llorando y llorando y por
eso, por eso la llamamos Lágrimas.
Lágrimas vive en la
jaula 22 del albergue de animales abandonados, en elLos perros lloran como es su carácter, en compañía, gritando su dolor
abierto al aire…, pero aquella gata lloraba en silencio. Era como una de
esas tristezas que se te instalan en el corazón y se convierten en lágrimas
sin poder evitarlo. No, no quieres llorar, pero no puedes hacer nada para
controlarlo. Así lloraba ella.
Sí, había parido, pero sus cachorros habían nacido todos muertos. La
ansiedad, el estrés y todo lo vivido en los últimos días, había traspasado
las fronteras de su corazón y como un veneno mortal, se había instalado en
el de sus pequeños. ¡Qué verdad es eso de que a veces la pena mata!.
Como pudimos, bajamos a aquella preciosa gata del techo, que se instaló
enseguida en los brazos de Beluca y nos la llevamos con nosotros a la
recepción. Allí, envuelta en una manta, siguió llorando y llorando y por
eso, por eso la llamamos Lágrimas.
Camino viejo de Elche, Km.: 7. Alicante. Tf.: 965960224.
Raúl Mérida Gordillo. Presidente de
la Sociedad Protectora de Animales y
Plantas de Alicante.
Plantas de Alicante.
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