La
vida que se llevó el tren: alumnos premiados por el retrato de su pueblo
La distinción fue para la
Escuela Rural 5, de Brandsen
BISABUELOS, ABUELOS Y ALGUNOS PADRES DE ALUMNOS VIVIERON LA ÉPOCA DE
ESPLENDOR DEL FERROCARRIL. LOS NIÑOS CONTARON CÓMO NACIÓ, BRILLÓ Y SE APAGÓ EL
PUEBLO EN TORNO A LA ESTACIÓN DE TREN QUE SUPO TENER Y QUE PERDIÓ, COMO TANTAS
OTRAS LOCALIDADES DE LA PROVINCIA
“Este pueblo no se convirtió en fantasma porque llegó gente a trabajar
en los campos. Pero desde que se decretó el cierre del ferrocarril provincial,
en 1962, nunca más creció. Perdió población y casi pierde la escuela por falta
de alumnos”, dice Nélida Paz (57), hija de ‘Tito’ Paz, quien en los ‘50 trabajó
en los talleres. La Escuela N° 5 del Paraje Gómez de la Vega, que se extiende a
la vera izquierda del camino a Brandsen, a unos 10 minutos en coche desde el
cruce de Etcheverry, no sólo logró sobrevivir, sino que el mes pasado ganó el
primer premio a nivel nacional en la Feria de Ciencia y Tecnología que el
ministerio de Educación organizó en Salta, con una extensa y profunda
investigación sobre el origen, desarrollo y ocaso de ese pueblo y de tantos
otros al ritmo del ferrocarril. El trabajo de los niños de primaria lleva un
título que lo dice casi todo, “Lo que el tren se llevó”. Y en el remate de las
conclusiones, los pequeños afirman: “Vías muertas, estaciones olvidadas, sueños
apagados. El tren se llevó muchas cosas, sobre todo la esperanza”.
El viernes al mediodía, bajo un sol abrasador, “representantes” de
distintas generaciones de Gómez de la Vega se cubrieron del calor en un aula de
la pequeña escuela rural. La misma en la que los chicos de 4°, 5° y 6° grado,
con la colaboración de los más pequeños, estudiaron y trabajaron desde el 2010
en el proyecto que les deparó un gran diploma y la medalla de oro a nivel país.
El recuerdo de los años de oro estuvo presente en cada comentario, en cada
relato, en cada anécdota. Mientras que los niños, guiados por la directora
Araceli Sívori, los remataron con datos históricos, estadísticas y resultados
de una encuesta que ellos se encargaron de realizar.
“El cien por ciento de la gente opinó que si seguía el ferrocarril
hubiese crecido el pueblo”, apunta Celeste Blanco, de 6° grado, quien junto con
su compañera Camila Paradiñeiro fue la encargada de defender el trabajo ante
los jurados en cada una de las instancias de la competencia, distrital,
regional, provincial y nacional.
“CASI CIERRAN LA ESCUELA”
Araceli se hizo cargo de la escuela hace 15 años y se encontró con 7
niños. “Hoy tenemos 38 en la primaria y 16 en el jardín de infantes”, dice,
para contar que “los registros dan cuenta de que en un momento hubo 5 alumnos”.
“Los hijos de quienes llegaron a trabajar en el campo salvaron el colegio”,
acota la vecina Nélida Paz.
Con la escuelita en pie, los chicos “iniciaron hace dos años una
investigación con el fin de honrar y recuperar la historia del lugar, y
descubrieron que Gómez de la Vega nació a partir de la instalación en la zona
de una parada del ferrocarril provincial que llegaba hasta Meridiano V”. “Eso
fue en 1913, cuando Teodoro Gómez de la Vega, dueño de los campos, donó al
gobierno 5 hectáreas y le vendió 6 para levantar el apeadero. El pueblo, como
casi todos los que se crearon al costado de ese ramal que llegaba hasta Mira
Pampa (en el límite con La Pampa), se armó en torno a la parada primero y a la
estación de chapa -creada en 1922- después”, relatan Celeste y sus compañeros
Angel Bordón y Lucas Roig Tumilasci.
Cerca de los pequeños se sentaron auténticas ‘historias vivientes’
ligadas a aquellos vagones y máquinas que dieron a luz a Gómez de la Vega, que
hoy apenas ronda los 100 habitantes, mientras que en 1939 orilló los 250; mucho
para la época. Entre esas verdaderas leyendas del pueblo está María Margarita
Vallbona, esposa de quien fuera “el jefe de la estación, el señor Bordagaray”,
cuentan sus vecinos. “Jefe no, capataz”, aclara la mujer, y relata que
“nosotros vivíamos en la estación. Nos mudamos allí el 6 de junio de 1949, y
yo, sola, me quedé hasta el 6 de junio de 1992”, recuerda con precisión.
EL TREN, UNA FIESTA
“Cuando llegaba el tren salíamos todos a mirarlo. Era una fiesta ver
cómo cargaban ‘el lechero’, que llevaba la leche a La Plata, además de
pasajeros”, rememora Juan Carlos Trucco (62), quien guarda una estrecha
relación no sólo con el ferrocarril, sino con la escuela. Nélida y él fueron
compañeros de grado. “Pero con una diferencia. Como el colegio funcionó primero
en mi casa, ella iba a clase, y yo... a mi casa”, ríe Juan.
“Ahí estuvo la escuela del ‘50 al ‘63. Pero la familia de Juan Carlos
necesitaba su hogar, por lo que comenzó a construirse el actual edificio aquí,
en un predio cedido por los Paz. Lo levantaron entre todos los vecinos y se
inauguró el 25 de mayo de 1963”, comentan Nélida y Araceli.
La charla, por supuesto, vuelve a retomar la historia del tren. Héctor
Paz (82), el último de los hermanos Paz que cedieron las tierras para el
colegio, aún recuerda cuando María Margarita “escuchaba que venía el tren y
salía corriendo de su casa para correr a las vacas que estaban paradas sobre
las vías”. “¡Es que no se movían!”, exclama la viuda del capataz de la
desaparecida estación.
Entre todos reconstruyeron el cronograma de días y horarios en los que
pasaba cada formación. “El lechero paraba acá a la mañana, iba a Meridiano V, y
volvía a pasar a las cinco de la tarde de regreso a (la estación) Udaondo de
Cañuelas. El mixto salía los lunes a las 10 de La Plata e iba a Olavarría, ya
que tomaba la ramificación hacia esa ciudad, y regresaba el miércoles. Y
después estaba el nocturno, llamado pampero porque iba directo a Mira Pampa;
ese no paraba”, detalla Margarita.
Los chicos armaron gran parte de su trabajo recogiendo esas historias. Y
tienen mucho para decir. El pueblo tenía vida, un medio de carga y transporte
económico, y crecía. Pero a partir de 1962, los pobladores ya no tuvieron que
salir a apagar principios de incendio por las chispas que hacía el tren y
prendían el pasto seco en verano -como recuerda Héctor Paz-, porque “un decreto
del gobierno de Arturo Frondizi, asesorado por el señor Larkin, del FMI,
dispuso el cierre del ferrocarril provincial porque decían que daba pérdida”.
TODOS COLABORARON
Libros, encuestas, historias de vida de la gente que vivió los años de
esplendor, fueron algunas de las fuentes de información a las que recurrieron
los alumnos premiados. “El tren generó mucho trabajo. Y una vez cerrado, dejó
poblaciones aisladas, imposibilidad de viajar y comunicarse, falta de medios
para transportar la producción. Muchos buscaron otros horizontes. Otros
continuaron su vida en los pueblos y parajes, adaptándose a su paulatino
aislamiento. El paraje Gómez de la Vega sufrió las consecuencias del cierre ferroviario,
y aunque una ruta cercana le posibilitó sacar la producción, no evidenció
crecimiento poblacional”, detallan en las conclusiones del trabajo, que ocupa
una voluminosa carpeta que incluye fotos antiguas y nuevas. “Contamos con la
colaboración de toda la comunidad”, resaltó la directora Araceli Sívori.
La gente mayor de esa comunidad es la que les contó que “por aquí
llegaron a pasar trenes con dos máquinas y treinta vagones repletos de piedra.
Otros transportaban fruta, verdura, cereales, hacienda, leche...”.
Nélida se acerca a la ventana del aula y muestra su típica casa de campo
ubicada a 100 metros de la escuela. “Yo cruzaba desde ahí hasta acá -dice
marcando el camino con el dedo-, y traía en una jarrita la leche para todos los
chicos. La misma que se cargaba en el tren”. Un tren que se fue, y como
concluyeron los alumnos, “se llevó la esperanza”.
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